Sus días giran en torno al convento que más parece castillo, aquel que tuvieron a bien dejar los agustinos. Fueron ellos quienes también construyeron la enorme laguna artificial que mantiene lejos las enfermedades y abastece de agua al poblado desde hace siglos. La gente pesca y pasea en lancha sobre su superficie; o a veces espera la llegada del atardecer en otro cuerpo de agua, el Lago Cráter, que si tiembla se pinta de rojo.
