Entre montañas boscosas, llanuras cubiertas de magueyes y una gran laguna, aparece Tlaxco; un pueblo de raíces otomíes que conduce parte de su vida en la fermentación y extracción de pulque; en hacer deliciosos quesos y en crear interesantes piezas de madera. Las calles de su centro están custodiadas por las torres de su parroquia y la cantera rosada de la Capilla de Lourdes. Aquí, el caminante es acompañado por un azulado cielo que encaja perfecto con los colores de las haciendas y el intenso amarillo de su capilla del Santo Calvario.





